Crisis de la Vida Religiosa en Europa,
llamado a la Vida Religiosa mundial
José María Vigil
En papel, este artículo ha sido publicado en:
[En español:]
- «Elkargunea», Instituto de Vida Religiosa de Euskadi, (abril 2005)12-15, Vitoria, España.
- «Christus», 746(enero-febrero 2005)39-45, México DF, México.
- «Revista Aragonesa de Teología», 23 (enero-junio 2006), Zaragoza, España.
[En portugués:]
A crise da Vida Religiosa na Europa do século XXI –tema de reflexão para a vida religiosa latino-americana
«REB, Revista Eclesiástica Brasileira», 66 / 263 (julho 2006) 691-701, Petrópolis, Brasil.
[En inglés:]
The Crisis of Religiouse Life in Europe. A Call to Religious Worldwide.
- «RLR, Religiouse Life Review», 44/232(May-June 2005)147-162, Dublin, Irlanda.
- «EAPR, East Asian Pastoral Review», Manila, 43/2(abril 2006)139-151.
- «Journal of Inculturation Theology», Lagos, Nigeria.
[En italiano:]
Crisi della Vita Religiosa in Europa, sfida per la Vita Religiosa mondiale. «Adista», 36(14 maggio 2005)7-12, Roma.
[En esta edición digital en la RELaT: 6 marzo 2010]
Lo que está ocurriendo en Europa en este comienzo del siglo XXI en la Vida Religiosa (VR) católica es digno de una atenta consideración. Mirando siempre desde el Sur, en este estudio nos centramos principalmente en la VR, y sobre todo en la española, pero ampliamos la mirada para enmarcar el tema en la horizonte mayor que afecta al cristianismo y a la «religión» en general en el mundo actual.
I. VER
a) Estadísticamente
Hablando a partir de sus cifras, se puede decir que la VR católica de Europa sufre un «colapso»[1]. A quien no haya estado por allí, ésta puede parecerle una palabra desmedida, pero hablando históricamente, creo que es una palabra adecuada. Hace ya varias décadas que las vocaciones escasean, pero en los últimos años se puede decir que, simplemente, no existen. Las escasísimas que todavía se dan son realmente la «excepción que confirma la regla».
Ya hace años que en la revista Sal Terrae[2], hablando de los agentes de pastoral en España, José María Mardones constataba que se disponía allí ya de muy poco «juego de cintura», y que la situación estaba acercándose a un punto de «no retorno»... Hoy, sobrepasado ya aquel punto, la situación ha ido más allá: ahora se trata simplemente de preparar el «aterrizaje», de concluir el vuelo, porque todo indica que en Europa Occidental está ya próxima la que sería una «virtual desaparición» de la VR como un protagonista vigoroso y relevante que históricamente ha sido en la sociedad y en la Iglesia[3].
En un colectivo humano no sólo importa el número de miembros, sino también su edad. La VR de España ha alcanzado los 65 años de media[4], la edad precisamente de la jubilación. Ello hace que, en buena parte, el colectivo religioso no goza de la mejor salud: es obvio que la mayor parte de sus miembros no tiene ya flexibilidad para cambiar, capacidad para renovarse en profundidad, disposición para adaptarse a nuevas circunstancias, posibilidad para plantearse caminos nuevos o -mucho menos- reformas radicales... Este problema de la edad y de la correspondiente falta de vitalidad es tan grave como el de los números decrecientes de la VR actual[5]
Después del caso “anormal” de Italia, España es el país del mundo con más religiosos y religiosas. Pero son mayoría las congregaciones que están reduciendo las comunidades y unificando sus organizaciones regionales, a causa de la grave carencia de personal autóctono. Los datos publicados en 2005 por la Confer española indican que los religiosos varones españoles, que en 1980 eran 30.100, en 2000 eran ya 16.618, y que en los cuatro últimos años, de 2000 a 2004, el descenso es aún más pronunciado: en esos cuatro años han descendido en un 22%, situándose en 13.010, lo que ha ocasionado el cierre de 427 comunidades o conventos en el país. En esos mismos cuatro años las religiosas, por su parte, han bajado en España un 4%. Es un hecho generalizado que los/as jóvenes europeos no optan por la VR y que, en lo que a personal nativamente europeo se refiere, la VR europea se extinguirá prácticamente en una o dos décadas si las tendencias actuales se mantienen: datos del último informe «Juventud en España», del Instituto de la Juventud, afirman que el porcentaje de jóvenes españoles de 15 a 29 años que se declaran católicos practicantes ha bajado a la mitad en sólo cuatro años, del 28% en 2000 al 14’2% en 2004.
En las sociedades tradicionales de África y Asia, por el contrario, sigue dándose abundancia de vocaciones. En algunos de sus países, el auge vocacional que todavía se vive es tal, que los gobiernos generales de las congregaciones se ven obligados a imponer restricciones en el número de admisiones en los seminarios. Países que destacan como fuentes de vocaciones son, por ejemplo, India y Nigeria; Polonia dejó de serlo en cuanto se adhirió al neoliberalismo.
Sólo por hacer una comparación con nuestro continente latinoamericano, diríamos que hasta hace sólo unos años creíamos que la «secularización» no acaba de hacer sentir su huella en la VR de América Latina (AL). Las vocaciones a la VR seguían firmes y constantes. Sin embargo, casi con exactitud a partir del año 2000, por toda la piel de AL se ha notado un estremecimiento: la mayor parte de las congregaciones -femeninas y masculinas- perciben señales de la presencia de una nueva tendencia en las vocaciones, claramente «a la baja». La VR en AL simplemente «se mantiene» (ya no crece ni «exporta») y algunas estimaciones prevén el comienzo de una «nueva época», que va a transformar la sociedad latinoamericana en forma paralela a lo que ha ocurrido con la «secularización» europea, y que a la larga va a llevar a la VR latinoamericana por derroteros obviamente no iguales, pero semejantes...
b) Institucionalmente
Muchos teólogos que afirman que la VR católica se halla en una situación de cautividad institucional. Siendo ella, por naturaleza, claramente carismática y «chamánica», la institución eclesiástica oficial logró encuadrarla en férreos marcos jurídicos canónicos, privándole de libertad profética[6]. La VR se asimiló al funcionariado institucional, concretamente al clero, como un cuerpo intermedio controlado plenamente por la institución y plenamente asimilado a ella.
En un tiempo de «invierno eclesial» como el que atravesamos, la misma VR pasa por un invierno interior: la mayor parte de sus aperturas han sido sofocadas, sometidas por el control vaticano (en el proceso de la elaboración o renovación de sus constituciones, en el sometimiento de sus obras y de sus publicaciones, en la censura de la ortodoxia de sus teólogos y teólogas, en la intervención extraordinaria y extracanónica contra la CLAR y las grandes congregaciones -jesuitas, franciscanos, carmelitas-, etc.). No obstante -aunque confirmando lo dicho- la mayor parte de los religiosos/as se encuentran cómodos con su estatuto canónico institucional. Son excepción las/os que se dan cuenta de que esta domesticación institucional va contra la esencia misma de la VR como movimiento religioso-cultural liminar[7] universal, más allá incluso del cristianismo.
Dado el ambiente actual, se constata un poco en todas partes que la VR está siendo gobernada por hombres y mujeres realmente «de gobierno». «No es hora de profecía, sino de sabiduría; no es hora de éxodo, sino de exilio; no es hora de revoluciones, sino de pequeñas reformas; no es hora de macroesperanzas, sino de microesperanzas», se dice con efecto justificativo sobre la pasividad y la connivencia. Las personas arriesgadas y creativas ya fueron siendo dejadas de lado en estas tres décadas pasadas, en una hemorragia que sólo ha cesado por agotamiento. No teniendo ya espíritus renovadores ni líderes proféticos, las congregaciones acaban eligiendo a personas «de gobierno», «de Iglesia», «del sistema», que sepan acomodarse sin tensiones al invierno eclesial y que aseguren una vida sin conflictos.
La VR, como institución colectiva, ya no es -ni nadie la mira como- una fuerza moral protagonista en la sociedad europea. Es más bien un colectivo que hace tiempo ha pasado a ser marginal, sin liderazgo social, ausente de los foros importantes donde se juega la opinión pública y el futuro, y su intervención está siempre más cercana a la derecha, al conservadurismo, a las fuerzas sociales de rémora, que a la utopía y a la invención de un futuro nuevo. Ni siquiera, en el actual debate social sobre la religión en la sociedad en transformación, destaca con una aportación cualificada, reduciéndose más bien la suya a la reivindicación de una influencia privilegiada, con frecuencia por encima del respeto al carácter democrático y secular de la sociedad.
Es llamativo que, por ejemplo en la católica España, la VR está mayoritariamente identificada con la derecha política ética y económica, situada a la defensiva, y que la Iglesia figure entre las instituciones con menor credibilidad en la sociedad[8].
c) Espiritualmente
Creo que se puede afirmar sin temor a exagerar que el conjunto de la VR en Europa no es de ninguna manera un colectivo rebosante de vida, efervescente de inquietudes y creatividad, lleno de propuestas para descubrir los rumbos del futuro... Al contrario, como conjunto (no en teoría, sino en este momento) aparece a veces como un desierto intelectual, incluso en teología. Pocos opinan, nadie debate, nadie se atreve a apuntar una posible salida o arriesga al menos una nueva interpretación... Ni se espera ni se desea siquiera que nadie lo haga. La Iglesia católica está todavía bajo un pontificado del miedo, como lo suele llamar González Faus. Lo que en otro tiempo (el conciliar por ejemplo) hubo de diálogo y de efervescencia espiritual, se agotó por inanición y hasta por represión, y ahora ya no hay nada trascendente de qué hablar; simplemente se trata de «hacer tiempo», de «esperar a Godot», sin querer dar razón de qué sea lo que se espera y a la vez se teme...
No es que estén «las espadas en alto», en un contencioso con la sociedad, o en una polémica teológica intraeclesial no resuelta... Simplemente hay una gigantesca indiferencia y apatía. Sociedades europeas que hace 50 años sobrepasaban porcentajes del 80% de pertenencia cristiana, hoy han dado la espalda masivamente al cristianismo y ya no se interesan por él. En este contexto, la VR, como la misma Iglesia católica, se siente abandonada como en un divorcio en la vejez: ya no hay siquiera con quién discutir; la vida emigró con los jóvenes a otros lares, y a los mayores sólo les queda disfrutar de una merecida jubilación.
Podrá parecer ésta una descripción muy negativa sólo a quien le encuentre desprevenido. Quien se haya asomado al tema más de una vez la encontrará -lo creo sinceramente- realista, aunque dolorosa. La VR en Europa está no sólo en un período de crisis, sino en un período crítico, grave, tal vez «terminal» en lo que se refiere a VR «realmente europea» (no en cuanto a VR «en» Europa)[9]. Pero esta situación, mirada con esperanza cristiana, no deja de ser un «kairós», una oportunidad que llama, que despierta, convoca y desafía.
Hace falta señalar que estos juicios generales resultarían falsos e injustos si se interpretaran al pie de la letra, pues no quieren desconocer el inmenso servicio social que tantísimas religiosas y religiosos prestan a la sociedad, su excelente buena voluntad personal y la generosidad de comunidades beneméritas y hasta heroicas en medio de la secularizada sociedad europea. Nos estamos refiriendo sólo a un tipo de rasgos generales que dicen relación al discernimiento del futuro, sin negar lo mucho bueno que también se da en el servicio concreto a la caridad.
II. JUZGAR
• El problema no es de la VR sino de la Iglesia
Dicho sea ello en descargo parcial de la VR. Ésta sufre y comparte la crisis global que sufre el cristianismo. La VR forma parte -y parte cualificada- de la Iglesia, y no puede escapar a la crisis de su marco global eclesial de referencia.
La VR no puede ser considerada aisladamente, libre de responsabilidades ajenas. La VR forma parte de un paquete, y el todo está en la parte. Cada elemento de la VR está cargado de historia, de referencias atávicas, de sustratos ancestrales que emiten inconscientemente un no declarado pero bien percibido sentido de pertenencia al mundo premoderno, medieval y hasta precristiano...
Por ejemplo, ¿cómo interpretar hoy la obediencia, la castidad, la clericalización (incluso en la VR femenina), la misión, la relación con la Iglesia... logrando prescindir de los orígenes monacales, de las perspectivas medievales, de los supuestos mitológicos, de los valores premodernos, de las tendencias espiritualistas, monárquicas, antidemocráticas, enemigas del cuerpo, contrarias a la libertad, a la realización humana... elementos todos ellos obsoletos en la sociedad pero que hasta hoy mismo han figurado en la esencia proclamada y vivida de la VR? ¿Es posible una relectura de la VR «libre de las cadenas del pasado»? ¿O después de pasar varios milenios encadenados a unas tradiciones seculares, hoy, en una época de cambio, ello sólo será posible comenzando un edificio de planta nueva? Nadie sabe.
La VR lleva, en cada pieza de su bello mosaico, una riqueza enorme de referencias que pertenecen al mundo de la «religión», que está en crisis. Por mucho que quiera, no puede desprenderse ni desentenderse de esa crisis, a no ser que se desmarcara de ella con una clara ruptura profética, lo que no está en capacidad de hacer.
Pero demos, pues, un paso más.
• El problema no es del cristianismo, sino de la religión
Sea dicho también esto en descargo también parcial de la Iglesia y de la VR: la crisis que el cristianismo atraviesa actualmente en Europa no es crisis del cristianismo en cuanto tal, en cuanto cristianismo, sino crisis del cristianismo en cuanto religión. Hasta hace poco tiempo hablábamos de la crisis del cristianismo Hoy nos damos cuenta de que ésta se sitúa en un nivel más profundo: es la religión misma la que está en crisis. Si la religión histórica europea hubiera sido otra, ésa otra sería la que estaría ahora en jaque. Lo que en Europa está en cuestión no es el cristianismo sin más, sino «la forma de ser religiosa la humanidad»[10] que ha prevalecido desde el comienzo de la sociedad agraria, sociedad agraria cuyos últimos vestigios están llegando a desaparecer en vastos sectores de Europa, siendo éste un fenómeno que se da por primera vez en la historia.
Las «religiones»[11] se han mantenido en estos diez mil años como la forma religiosa propia de la sociedad agraria. En el cambio socio-cultural actual, la sociedad comienza a dejar de ser agraria, y tiene que dejar, inevitablemente, la «figura agraria de la religión», que se le hace inasequible. Si se nos entiende, las «religiones» -insisto, no en el sentido normal de la palabra, sino como la forma antropológico-socio-cultural que la espiritualidad humana asumió durante estos diez milenios pasados-, van a desaparecer. La religiosidad, la espiritualidad humana, va a continuar, va a perdurar, pero transformándose, sufriendo una mutación o «metamorfosis», de la cual emergerá tal vez irreconocible.
Esto es más largo de justificar, y aquí no pretendemos hacerlo. Pero para quienes comienzan a vislumbrar esta «visión» las cosas comienzan a aclararse: el mundo de la sociedad «agraria» que se inició con el Neolítico, está muriendo, se está hundiendo, irreversiblemente. Y en ese Titánic se están hundiendo muchas cosas. No se acaba la vida, no, ni se hunde la espiritualidad. Se hunden, sí, unas formas, una «figura histórica», todo un vehículo sociocultural, que está ya herido de muerte, aunque su agonía se adivina que será larga...
La VR es una institución que forma parte de la Iglesia católica, que a su vez está configurada dentro de una forma de religión que, antropológica y socioculturalmente hablando, está en declive, en el sentido histórico-epocal que estamos queriendo precisar. Es bien probable que, como decía Tillard, «si no somos los últimos religiosos, es seguro que somos al menos los últimos representantes de una ‘figura histórica’ de ser religiosos que sí está agotada». Como las empresas que quieren sobrevivir en un mercado agresivo, la VR debería hacer una inmensa inversión en investigación, en creatividad, con recursos humanos, en nuevas experiencias... para tratar de captar las formas en que pueda cristalizar en la nueva sociedad la esencia más profunda de la VR, que tal vez vaya a sobrevivir, pero despojada de las formas sobrepasadas históricamente. Lamentablemente, no es eso lo que está haciendo la VR.
• El problema no es de Europa sino de las sociedades avanzadas
Lo que se está dando en Europa, no se está dando allí como algo propio de su idiosincrasia histórica peculiar, sino como fruto de la transformación socio-cultural que se registra en ese continente debido al tránsito desde la sociedad «agraria y post-industrial» que desaparecen, hacia la sociedad tecnológica y «de conocimiento» que está comenzando a establecerse allí. Si esta transformación socio-cultural se estuviera dando en el sudeste asiático o africano, sería allí donde se estaría dando la «crisis de la religión». La crisis no es pues identitariamente «europea» sino tópicamente tal
El caso es que esta transformación socio-cultural se va a extender a todo el planeta tarde o temprano -más temprano que tarde, dada la situación de mundialización y unificación creciente de las comunicaciones-. Y no es que la crisis que se está dando en Europa vaya a ser «exportada» por ese continente, sino que una crisis homeomorfa se está gestando autóctonamente en las regiones del planeta que entran en una fase de sociedad avanzada, que se despoja de infraestructuras «agrarias» -económicas o culturales-.
Por todo ello, el problema de la VR europea no es de ella en cuanto «europea», sino en cuanto VR que vive y está inculturada en una «sociedad en mutación sociocultural» Los religiosos/as africanos o asiáticos, por ejemplo, que se trasladen a Europa, probablemente podrán ayudar a la Iglesia y a la VR a prolongar lo tradicional que hoy se está hundiendo, pero es improbable que puedan ayudarle a abrir los nuevos caminos que la VR europea autóctona no está sabiendo abrir en la nueva sociedad europea actual. A la necesidad de auto-reinvención en una transformación cultural tan profunda como la actual sólo podrá darle respuesta quien la haya vivido desde dentro y sepa acogerla con empatía y creatividad.
• Ya no «puesta al día», sino «mutación»
La conciencia de toda esta problemática es nueva, y, como concordará el lector, absolutamente minoritaria. Lo que más extendido está es el desconcierto ante la situación actual. Todos perciben que algo insospechado está ocurriendo en la profundidad, pero parece ser de una magnitud tan amplia que nadie logra abarcarlo, expresarlo o siquiera imaginarlo. Por eso estamos quizá en un compás de espera, sin que nadie se atreva a aventurar nuevas interpretaciones.
Pero creo que ya se puede decir esto: estamos en un cambio de rasante. Estamos en el momento en que aparece ante nuestros ojos todo un nuevo horizonte. El viejo paisaje se empequeñece, se relativiza y empieza a desaparecer. La problemática ha cambiado profundamente. El punto de referencia para resolver los problemas ya no se ubica en el pasado, como ocurría en estas cuatro últimas décadas, tiempo en que hemos estado mirando al Concilio Vaticano II...; ahora exige «romper» con un pasado que se hunde, y crear un nuevo presente con el ancla puesta en un nuevo futuro, tal vez esencialmente diferente.
Me explico. En las dos últimas décadas hemos pensado que el gran error oficial era haber revertido el Concilio Vaticano II, y teníamos razón. Pero las cosas han cambiado. Ése fue el principal error, pero ya no se puede decir que sea el mayor problema ni tampoco el primer remedio. La dificultad más profunda), de la que sólo ahora[12] estamos tomando conciencia y que poco a poco va a pasar a primer plano, no es ya el «aggiornamento» conciliar pendiente y frustrado, sino la «mutación» que ha entrado por el foro y ha tomado cuenta de todo. Después de 40 años, debemos dejar de mirar al Concilio como principal referencia. El «mundo moderno» con el que el Concilio dialogó, ya no existe: estamos ante otro interlocutor. La «puesta al día» conciliar pendiente, aunque fuera ahora realizada, quedaría totalmente desfasada. El problema no es sólo que desapareció aquel «mundo moderno», sino que, mucho más en la profundidad, lo que está desapareciendo es incluso el «mundo agrari»o que posibilitó un tipo de «religión» como el cristianismo y las demás religiones modernas... Todo un Titánic se está hundiendo, y es inútil dar coces contra el aguijón queriendo arreglarlo, reconducirlo o reflotarlo. El problema ya no es de reforma, de reorientación, o de puesta al día, ni siquiera de «refundación», sino de refundición, de metamorfosis, de mutación -quizá genética-.
Si no entra en estas perspectivas macro, la VR puede quedarse en achicar el agua sin dejar de hundirse cada vez más, encadenada a la pequeñez de su propia visión. Sus instituciones actuales, en cuanto pertenecientes a una «religión» en declive, no van a poder menos que declinar, inevitablemente. Aunque gozara de buena salud -que no es el caso-, se hundiría con el Titánic en el que está embarcada. La única esperanza realista consiste en concentrarse en salvar sólo lo salvable, quedándose estrictamente con lo puesto, o mejor, desnudándose de todo lo que estorba. Abandonar lo que no se puede salvar. Dejar que muera lo que tiene que morir, lo que es bueno que muera. «Ars moriendi».
Por lo demás, tal vez sea ésa precisamente la forma en que podremos salvar lo principal: el talante de radicalidad y liminalidad religiosa, esa pulsión a vivir creativamente en la frontera, libres y desnudos, también en la sociedad desconocida «del conocimiento», que viene para quedarse y que nos ayuda (porque nos fuerza) a despojarnos de todo lo que se está hundiendo con su llegada... Quien sea capaz todavía, que no dude en situarse hoy, con toda su radicalidad, en el borde (limen) del desafío, dando por ya muerto lo que tiene que morir («dejando que los muertos entierren a sus muertos»), y ayudando a provocar esa «mutación» de «formas religiosas más allá de la ‘religión’»... en vez de seguir mirando, como una estatua de sal, hacia arriba (a ver si nos dejan o no nos dejan tomar decisiones) o hacia atrás (tratando de salvar tradiciones que van a morir).
ACTUAR
Sólo unos apuntes cuasitelegráficos respecto al actuar, dejando que cada quien deduzca en su situación conclusiones operativas más concretas.
• La crisis de Europa es un nuevo «lugar teológico». Si durante las tres pasadas décadas el cristianismo mundial, y Europa concretamente, ha estado mirando hacia América Latina, ha llegado el momento en que también lo que está aconteciendo en Europa ha adquirido una relevancia teológica y un significado religioso que amerita que el cristianismo mundial mire a ese continente y vea en ese espejo una aproximación de lo que puede ser su futuro.
Lo que hoy vive Europa lo van a vivir -cada cual según su identidad- los demás continentes, y lo que experimenta el cristianismo europeo lo van a experimentar las demás religiones en el futuro. Debido a la ósmosis cultural que crean las comunicaciones actuales, tal vez el tercer mundo lo vivirá antes de que llegue a un nivel de desarrollo postindustrial adecuado, lo cual será incluso más complicado, por «equizofrénico»: buena parte del Tercer Mundo pronto va a convertirse en una sociedad con una mentalidad «post-religional» (postindustrial y «del conocimiento») en medio de una sociedad con una infraestructura industrial o simplemente agraria...
• La «misión hacia Europa» no es solución. La VR europea no resolverá su crisis «importando» religiosos y religiosas jóvenes del tercer mundo, o de cualquier otro lugar, como la Iglesia europea no va a resolver su futuro «importando» seminaristas diocesanos latinoamericanos o africanos, por ejemplo. Estos seminaristas, y aquellos religiosos/as jóvenes, podrán ayudar a mantener en pie las actividades clásicas en crisis, es decir, lo tradicional, «lo de siempre», o sea, precisamente lo que está muriendo. Pero no será fácil que los jóvenes extranjeros importados aporten a la construcción de una «religión sin religión» propia de la sociedad avanzada, un lenguaje que brote en ella como el fruto maduro de la crisis misma de la religiosidad clásica vivida en toda su intensidad. A la pervivencia (que tal vez no a la sobrevivencia) de la religiosidad clásica europea podrán ser útiles las ayudas del tercer mundo. A encontrar una expresión «post-religional» sustancialmente nueva, en coherencia y en respuesta creativa a la crisis europea de la religión, sólo podrán ayudar quienes la hayan vivido y comprendido desde muy adentro y en toda su profundidad.
Con la VR europea acontece otro tanto: con la importación de religiosos/as de otros continentes se puede mantener la presencia de la VR en Europa, pero la presencia de una VR que seguirá sin «entrar» verdaderamente en Europa, sin «fundar» comunidades que estén realmente presentes y encarnadas -no sólo física, sino mental y espiritualmente- en el nuevo modelo de sociedad avanzada postindustrial, el conocimiento, que es la sociedad que rechaza la vieja forma de VR. Ésa es la única «refundación» que puede tener futuro[13].
• Si la VR fuese una empresa multinacional sumida en la crisis, se jugaría la principal partida de su presupuesto en investigación y creatividad, para lograr sobrevivir en un mercado que se transforma rápidamente. Si la VR tuviese visión de futuro, invertiría sus principales energías y sus mejores recursos humanos en reinventar su futuro, en investigar la verdadera naturaleza de la crisis actual, y en asumir cualquier riesgo que fuera necesario, apostando con fuerza por el futuro... Los religiosos tendrían que ser expertos en temas como los siguientes: la crisis religiosa actual, el cambio cultural que el mundo está dando en las sociedades avanzadas, la crítica seria a la religiosidad clásica tradicional, la crítica a todo lo que hay que abandonar antes de que hunda más a la religión clásica, la reconsideración profunda de la naturaleza de la religión... Y no deberían ser sólo expertos teóricos en estos temas, sino unos especialistas prácticos, comprometidos en su experimentación. Nada de esto nos parece estar sucediendo[14].
• Es necesario respetar los ritmos y las horas de cada quien. Hay personas, generaciones e instituciones que ya han cumplido su misión Nuestras horas no siempre sincronizan con las de la historia. Hay que saber aceptar la hora de morir, hay que aprender el «ars moriendi», el arte de morir[15], a saber: sin amargura, con esperanza, tratando de depositar la antorcha a otras manos, con confianza, haciendo posible que de la propia muerte brote vida para los que vienen detrás -es decir: para que la propia muerte se convierta en parto-.
• Pero también hay que aprender el «ars vivendi», el arte de vivir la propia hora, el propio kairós histórico, sin entretenerse nostálgicamente oyendo el «más cerca oh Dios de Ti» en la popa del Titánic. Hay que saber arrancarse del pasado y emigrar al futuro, dejar de tratar de recomponer lo que no tiene arreglo, y atreverse a pensar por sí mismo, a decidir y vivir personalmente, «aunque no se tenga permiso»...
¿Refundación o refundición? Refundación ya se ve que no. La historia de los últimos 20 años lo demuestra por la escasez de resultados de la refundación de quienes la han intentado dentro del mismo sistema. No más intentos de re-fundar o de repetir el pasado; lo que hace falta es una «mutación», un cambio sustancial.
• ¿Y en A.L.? Clásicamente el «enemigo» depredador del catolicismo en A.L. eran las «sectas». Llevamos ya unos años en que se empieza a decir por aquí y por allá que está surgiendo otro enemigo más poderoso: la indiferencia. Ha comenzado un intenso goteo continuo de fieles latinoamericanos que abandonan la Iglesia católica, pero no para irse a los nuevos movimientos religiosos, sino para pasar al indiferentismo... Esto no ha hecho más que comenzar, y va a agravarse crecientemente en los próximos años. Como ya hemos dicho, no es problema de la VR latinoamericana... sino de «la religión» en la sociedad actual, que también en América Latina está en trance de un cambio cultural epocal, de mutación sustancial. Aunque incipiente, esto ya es una realidad en nuestro Continente latinoamericano. Una VR que no analice esta situación con toda atención y que no tome en consideración los factores más profundos que están en juego, no podrá resolver sus problemas ni los problemas ajenos, simplemente porque no los estará siquiera planteando correctamente.
Notas:
[1] Probablemente se podrá decir otro tanto (en este punto inicial y en todo el resto del artículo) sobre la VR en EEUU, pero yo me voy a limitar a la VR de Europa, y principalmente de España.
[2] «Lo peor de este momento es que ya prácticamente no tenemos ‘juego de cintura’. No hay posibilidades de reaccionar creativamente. Sólo caben medidas reactivas y de defensa: hacer una retirada ordenada e inteligente, con los menores ‘costos’ posibles. En esta situación no cabe un afrontamiento creativo del futuro para emprender acciones pastorales o explorar posibilidades nuevas»: Crece el desierto: la desimplantación de la Iglesia en la sociedad y en la cultura españolas, «Sal Terrae» 1022 (abril 1999) 282.
[3] «Disolución» absoluta nunca se da en la evolución histórica de los movimientos sociales: siempre queda un resto «residual» que se puede prolongar por siglos…
[4] El dato fue publicitado por la CONFER de España en 2003. Esa media de edad coincide con la de los sacerdotes diocesanos españoles.
[5] De 1978 a 2002 -prácticamente el tiempo del pontificado de Juan Pablo II- el número de sacerdotes ha descendido en un 4%, la vida religiosa en conjunto ha descendido en un 19%, los religiosos laicos en un 27%, y las religiosas en un 19%, para una población católica que -fundamentalmente por crecimiento vegetativo- ha aumentado en unos 300 millones de personas en ese mismo lapso de tiempo.
[6] «El movimiento profético liminar se vio reducido a ser una estructura más de la Iglesia institucional», cfr Diarmuid O'MURCHU, Rehacer la vida religiosa, Publicaciones Claretianas, Madrid 2001, 132.
[7] «La idea de que la VR puede tener sentido y significado fuera de la Iglesia oficial es algo virtualmente inconcebible para la mayoría de las religiosas/os», cfr O’MURCHU, ibid. 133.
[8] Según la encuesta anual elaborada por «Latinbarómetro», cfr «El País», Madrid, 21 de octubre de 2004. En datos posteriores, según la encuesta de la Fundación BBVA sobre la población universitaria española, la Iglesia llega a ocupar el último puesto, como «la institución que inspira menos confianza entre los universitarios españoles», por detrás de las empresas multinacionales, el gobierno y los medios de comunicación; y como grupo profesional, son los religiosos y religiosas los que «aparecen en el último lugar, por detrás de los dirigentes políticos, los militares, los empresarios y los funcionarios»: «La Vanguardia», Barcelona, 4 de marzo de 2005.
[9] Quiero decir: si dentro de 20 años lo que haya de VR en Europa se convierte mayoritariamente en un conjunto de extensiones misioneras de la VR de otros continentes, ello significará que la VR «europea» realmente expiró, y fue misioneramente sustituida por una VR «en Europa» procedente de los otros continentes.
[10] No la «religión» en cuanto religiosidad o dimensión de sentido y profundidad... sino la «religión», las «religiones», en cuanto las formas en que el carácter espiritual del ser humano fraguó en aquel cambio epocal que fue la «revolución agraria» neolítica, una forma de conciencia religiosa de la que los fenomenólogos de la religión reconocen que la humanidad ha estado viviendo hasta la actualidad.
[11] En el sentido preciso que estamos dando a este término. Cfr Mariano CORBÍ, Religión sin religión, PPC, Madrid 1996.
[12] Estos «sólo ahora» no dejan de ser un modo de hablar, que siempre podría ser contradicho… Quisiera llamar la atención sobre el autor francés Marcel LÉGAUT, que hace ya 30 años hablaba de la «mutación» y la metamorfosis necesaria en el cristianismo con un llamativo paralelismo con la tesis actual. Fue un visionario que, aun sin los actuales instrumentos de interpretación antropológico-cultural, captó lo que hoy nos es más fácil ver a nosotros, a esta altura de los tiempos. Véase Mutation de l’Eglise et conversion personnel, Aubier, París 1975, o Creer en la Iglesia del futuro, Sal Terrae, Santander 1985.
[13] Diarmuid O’MURCHU (ibidem, 127), atendiendo a las observaciones de Raymond HOSTIE -clásico en la materia- sobre los «ciclos de la vida religiosa», sostiene que la aparición de una nueva forma de VR «no es probable que tenga lugar al menos durante otros 70 años». Muy interesantes sus observaciones, aunque no deban ser tomadas como un ejercicio de adivinación del futuro.
[14] Los resultados del Congreso de Vida Consagrada realizado en Roma en noviembre de 2004 parecerían confirmarlo: sus conclusiones parecen más un ejercicio de literatura, poesía e ingeniosidad conceptual, que de teología, realismo y profecía; los problemas más radicales de la Iglesia y del cristianismo de hoy, ni si quiera se mencionan: simplemente no existen. Decía Teilhard de Chardin que lo difícil no es resolver un problema, sino plantearlo... ¿Será que la VR, aun en el Sur, está perdiendo su Norte?
[15] «Mi impresión es que Dios pide a la vida religiosa y a las órdenes monásticas que tengan el coraje de actualizarse verdaderamente... o que acepten morir en paz»: Marcelo BARROS, Carta circular de octubre de 2002.